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Carrito

Esta es la segunda parte del artículo sobre qué podemos observar a través del telescopio y cómo se ven los objetos a través de él. Hasta ahora nos habíamos centrado en observación lunar y planetaria. En este artículo nos centraremos en objetos de cielo profundo.

Evita la contaminación lumínica

Lo más importante a la hora de realizar observación de cielo profundo es poder contar con un cielo libre de contaminación lumínica, para ello es imprescindible que nos alejemos de núcleos urbanos. La luz de la Luna también nos molestará durante la observación de objetos débiles así que es preferible que nos dediquemos a este tipo de observación durante el novilunio o cuando la Luna no sea visible en el firmamento. Aunque podremos observar muchos objetos de cielo profundo con cualquier tipo de telescopio e incluso con prismáticos es recomendable contar con equipos ópticos de gran apertura que nos proporcionarán luminosidad. Aquí es donde los telescopios tipo Newton se han hecho un gran hueco dentro de la astronomía amateur debido a su coste contenido en relación a la apertura.

que ver con un telescopio

Aclimatación a la oscuridad

Bien, tenemos un telescopio, estamos en el campo, lejos de la ciudad y con una buena transparencia atmosférica. Vemos multitud de estrellas, y puede que algunas zonas donde apreciamos un brillo especial, sobre todo cuando observamos de reojo. Nuestros ojos son muy sensibles a los cambios de iluminación, necesitaremos entre 20 y 30 minutos para que nuestra visión se adapte a la oscuridad. Si de repente nos deslumbra algo (los faros de un coche, una linterna…) necesitaremos otra vez ese tiempo para volvernos a adaptar. Por ello es muy importante estar totalmente a oscuras y si necesitamos iluminar algo que sea con una linterna de luz roja muy tenue (la luz roja es la que menos nos deslumbra).

Ten en cuenta que las células de nuestros ojos que son más sensibles a la luz (bastones) no son capaces de reconocer los colores así que cuando observes objetos de cielo profundo lo vas a ver todo de color grisáceo (hay quien lo ve de color azulado) pero olvídate de ver por el telescopio imágenes como las que ofrece el Hubble, eso solo se ve en fotografías. Además estas células sensibles a la luz se concentran en su mayoría en nuestro campo de visión periférico, así que tenemos que mirar “por el rabillo del ojo” para captar los detalles más sutiles. Denominamos a esta técnica “visión indirecta”.

¿Qué ver con un telescopio? El catálogo Messier

Un buen comienzo es intentar localizar los objetos del catálogo Messier. Un listado de 110 objetos de cielo profundo (cúmulos, nebulosas, galaxias…) que un astrónomo francés clasificó en el siglo XVIII. Para localizar los objetos puedes hacerte con unas cartas o mapas estelares ( son algo así como la guía Campsa de los astrónomos ) o ayudarte por algún programa de ordenador como Stellarium o alguna aplicación para smartphone como las que ya vimos aquí.

Ten paciencia ya que al principio cuesta encontrar estos objetos. En AstroAfición organizamos cursos y actividades particulares para enseñar a encontrar los objetos celestes y a usar un telescopio.

Galaxias

Incluso con pequeños telescopios podemos observar galaxias que se encuentran a millones de años luz de nosotros. Las galaxias se ven normalmente como pequeñas manchas de color blanquecino, algodonosas y muy tenues, aunque si observamos a través de un telescopio grande podremos captar algunos detalles de ellas, como bandas oscuras. Si observamos durante suficiente tiempo, con paciencia y haciendo uso de la visión periférica podremos distinguir el núcleo galáctico, más brillante y compacto.

Una galaxia muy famosa, fácil de ver y que podemos encontrar en el catálogo Messier es la Galaxia de Andrómeda (M31).

M31

Nebulosas

Dentro de las nebulosas encontramos básicamente tres tipos: nebulosas de emisión, nebulosas de reflexión y nebulosas oscuras.

Las nebulosas de emisión son visibles gracias a la luz que emiten las estrellas que se encuentran dentro de ella. Habitualmente estas estrellas son jóvenes y muy energéticas. El gas que forma la nebulosa se ioniza por la energía que emite la estrella y brilla. A través de nuestros telescopios y dependiendo de la abertura de los mismos las nebulosas de emisión se nos presentarán como manchas algodonosas de color blanquecino o grisáceo, similar a las galaxias pero de forma irregular. También es frecuente observar estrellas o cúmulos abiertos en las proximidades de las nebulosas. Ejemplo característico de nebulosa de emisión es M42 o la Nebulosa de Orión.

M42

Por su parte, las nebulosas de reflexión no reciben energía suficiente de las estrellas próximas para que su gas se ionice por lo que no brillan, pero sí que son capaces de reflejar la luz de esas estrellas. Estas nebulosas, al ser más débiles también son más difíciles de observar, pero tenemos un ejemplo muy característico en M45, Las Pléyades. En este caso lo que apreciamos es un halo de color azulado alrededor de las estrellas de este cúmulo tan característico. De hecho, si observamos Las Pléyades de reojo a simple vista en un cielo oscuro seremos capaces de observar la nebulosidad.

Las nebulosas oscuras como ya podemos imaginar, no están asociadas a ninguna estrella por lo que ni son ionizadas ni reflejan luz alguna y aparecen en nuestro telescopio como una zona oscura, vacía de estrellas. Esto es porque el gas de la nebulosa nos impide observar a través de ella. Hay grandes zonas en nuestra Vía Láctea donde encontramos estas zonas de gas oscuras. La más representativa es el denominado “Saco de Carbón”, visible solo en los cielos australes. No obstante, para los observadores boreales una nebulosa oscura muy famosa la encontramos en la Nebulosa Cabeza de Caballo (B33), en la constelación de Orión.

Cometas

Los cometas son cuerpos celestes procedentes en su mayoría de los confines de nuestro Sistema Solar. Al ser enormes bloques de hielo cuando se acercan al Sol el calor de nuestra estrella comienza a deshacerlos, “evaporando” ese hielo que va rodeando el núcleo sólido como si de un velo se tratase y que denominamos “coma”. Al moverse a gran velocidad van dejando tras de sí un reguero de partículas que también son visibles cuando los rayos del Sol inciden en ellas. Esta nube de restos forma la cola del cometa.

Dependiendo del tamaño, edad, y proximidad a la Tierra podremos ver el cometa de diferente forma. Hay cometas muy débiles que apenas vemos con telescopios y otros en cambio se pueden observar a simple vista (son la excepción, aunque durante la década de los 90 tuvimos dos casos de gran transcendencia).

A través del telescopio el cometa se presenta como un pequeño punto algodonoso, de color grisáceo y que puede competir en brillo con cúmulos o galaxias próximos, por lo que es fácil confundirlos. En algunas ocasiones y bajo cielo de excepcional calidad es posible observar la cola. Si observamos el cometa a lo largo de varios días o incluso durante varias horas en la misma noche comprobaremos que su posición varía significativamente. Un cometa suele ser visible en el cielo a lo largo de varias semanas o meses.

¿Qué más se puede ver con un telescopio?

Ya hemos visto algunos objetos de cielo profundo a través de nuestro telescopio. En resumidas cuentas, lo más importante es disponer de un cielo muy oscuro alejado de las ciudades, adecuar nuestra vista a la oscuridad total durante varios minutos, evitar fuentes de luz que nos deslumbren, usar el método de observación basado en visión periférica y utilizar un telescopio con la mayor apertura posible.

Nos quedan aún otros objetos de cielo profundo como los cúmulos estelares y las estrellas, de los que hablamos en la parte III de este artículo. O descubre por ti mismo qué se puede con un telescopio en una de nuestras observaciones astronómicas.

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